Hace 4 años que María José Echenique, de 36 años, trabaja con mujeres y niños en tratamiento por adicciones. Cuando descubrió la necesidad que había en la gente no dudó en dejar el trabajo en su taller de arte y dedicarse full time a ayudar a madres y niñas dominadas por los estupefacientes. Es la directora de la casa de mujeres de Fundación Crea, una institución evangélica que ayuda a mujeres de bajos recursos a salir del mundo de las drogas.
“Estudié comercio exterior y después me dediqué al arte, tenía una taller para chicos y hacía decoración para salones, fiestas…”, rememora María José, después de una ardua jornada laboral en las inmediaciones de Provincias Unidas y Cerrito. Allí, esta joven de 36 años, dedica todos los días a acompañar, guiar y fortalecer a mujeres que padecen como consecuencia de las adicciones. Entre cerámica, pinceles, velas y cortinas, la vida de María José un día dio un vuelco. Fue cuando una amiga, luego de haber estado trabajando en una villa miseria, la llevó a las inmediaciones de un templo y le mostró un salón en ruinas. “Supe que quería tener un hogar”, confiesa María José y poco menos de dos años después estaba viviendo con cerca de 20 mujeres en tratamiento.
“Eso de escuchar se ve que nació conmigo”, dice divertida y hasta se sorprendida de sí misma. “Sí, porque me acuerdo de que cuando era más chica mis hermanos hacía fila en la puerta de mi cuarto para venir a contarme sus cosas, sus problemas y charlábamos intentando buscar soluciones”.
Y es que esa manera de ser abierta al otro nació en su casa. María José es la más grande de 12 hermanos y se podría decir que también un poco madre de todos ellos. Su papá, Horacio Echenique, comparte con ella su afición solidaria ya que dirige un hogar para hombres que se encuentran en situación de calle. Un día después de la visita a la villa, una joven del grupo llevó a María José a conocer un lugar que había detrás de una iglesia evangélica “Santuario de Fe” en Provincias Unidas al 2000, Rosario, Argentina. Era un salón destruido. “Estaba todo roto, parecía que había pasado un terremoto. Y yo sentí que ese era mi lugar”, confiesa. Y admite que siempre pensó que tendría un hogar donde asistir a niños. “En ese momento conocí a Ariel Gorosito, un chico que introdujo el tema de adicciones en la iglesia a donde yo iba y fue quien inició la Fundación Crea para el tratamiento de adicciones con varones. Un día me plateó su deseo de abrir una casa para mujeres”, cuenta Majo, como la conocen todos en el barrio.
“Lo primero que hice fue capacitarme porque no tenía experiencia, aunque igual considero que lo importante sentirte cómoda y que querer hacerlo. Eso es lo que te da fuerzas porque el día a día es duro”, reconoce. Majo se dio cuenta de que la demanda era cada vez mayor y se terminó mudando mudando para vivir con las mismas mujeres que estaban en tratamiento. ¿Y cómo se iba a mantener? “La casa y la comida estaban garantizadas”, dice con una sonrisa.
Mientras emprendía este nuevo camino, Majo seguía dando clases en el taller del centro y a la vez colaboraba con la Fundación Crea, pero rápidamente se dio cuenta de que la demanda era cada vez mayor y se terminó mudando para vivir con las mismas mujeres que estaban en tratamiento. ¿Y cómo se iba a mantener? “La casa y la comida estaban garantizadas”, dice con una sonrisa.
Pero antes, Majo ya se había hecho cargo de aquella casa abandonada que se encontraba detrás del templo y con los días la fueron arreglando hasta que quedó lista y unas 10 mujeres se trasladaron allí, junto con Majo, para empezar la Fundación Crea femenina. En tanto, María José se fue capacitando cada vez más y estudió operador socioterapeuta en la Federación de Organizaciones No Gubernamentales de la Argentina para la prevención y el tratamiento de abuso de drogas (Fonga), en Buenos Aires. Y ahora es una de las que lucha para que en Rosario se dicte esta carrera. Luego de estos cuatro años en el hogar de mujeres de Fundación Crea, María José es “Mamá Majo”. Así la llaman las mujeres que muchas veces llegan con bebés en brazos a buscar ayuda.“La droga tiene salida”, afirma convencida Majo luego de haber visto cambios vitales en otras personas. “Es una decisión personal de querer dejar una adicción, pero nadie lo hace solo. Necesita un equipo de gente que lo acompañe en esto”, y en esto Majo ha empeñado su vida. “Me doy cuenta de que nací para esto. No me importa el desarraigo y dejar todo porque es mucho lo que uno recibe. Y el saber que estás en el camino correcto te da mucha paz”, culmina.
“Eso de escuchar se ve que nació conmigo”, dice divertida y hasta se sorprendida de sí misma. “Sí, porque me acuerdo de que cuando era más chica mis hermanos hacía fila en la puerta de mi cuarto para venir a contarme sus cosas, sus problemas y charlábamos intentando buscar soluciones.”
− María José Echenique
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