Cada vez más personas llegan al local de Carranza al 1600 en el barrio de Palermo, golpean un portón que podría ser la entrada de un garaje, y sin contraseñas ni entrevistas preliminares, se calzan el oficio de ayudar en lo que haga falta. Se trata del espacio físico donde funciona Fundación Sí que es, nada más y nada menos, el corazón desde donde bombean las donaciones recibidas hacia sus destinatarios.
El reducto, creado por un joven de 33 años, al que todos conocen como “Manu”, es el espacio en donde además se fabrican juguetes, se selecciona ropa, colchones y alimentos, se construyen productos escolares y todo aquello que puede servir para quienes no lo tienen y lo necesitan.
Alto, look con camisa abierta, rastas extensas anudadas en lo alto de la cabeza, el joven con aspecto anti héroe es, desde muy chico, el que supo interpretar que no vino a salvar a nadie, pero sí tiene la confianza en sí mismo como para devolverle a los jóvenes –al menos a aquellos que se cruzan por su camino- el amor a la vida. Conozcamos a Manuel Lozano, abogado y presidente de Fundación Sí.
Héroes- ¿Cómo nació tu sentido solidario?
Manuel- Aunque lo descubrí por un accidente se puede decir también que es hereditario. Cuando tenía ocho años, un día de invierno, me tocó izar la bandera con un compañero de la escuela y me di cuenta que no tenía zapatillas. Toda la escuela recitaba la canción a la bandera y nadie notaba que estaba descalzo y hacía frío. Cuando llegué a casa le conté a mi mamá y empezamos a juntar cosas para darle. Luego llevé todas esas cosas y resultó que no era que no tenía zapatillas, sino que había tenido un accidente y no podía estar calzado hasta que termine de curar su herida en los pies. Aun así ese hecho representó un gran aprendizaje para mí porque a partir de ahí empecé a ver la realidad para después abordarla.
Pero además, digo que mis inquietudes son heredadas porque hace un tiempo encontré un cuaderno de mi abuela de 1930 o por esos años, en donde cuenta, entre otras cosas, que ella había arrancado ya las escuelas rurales. Algo de eso tengo.
Manuel Lozano nació en Chascomús, a los 17 años viajó a Buenos Aires para estudiar abogacía, a esa misma edad se unió a red solidaria y Missing Children, con la esperanza de ayudar a alguien de alguna forma. A los 22 años se recibió y realizó un post grado en gestión de organizaciones sin fines de lucro, un poco planeando lo que sería su futuro inmediato. En 2008 se quedó a cargo de Red Solidaria, pero no por mucho tiempo más, porque luego levantaría vuelo propio, creando la ya tan reconocida Fundación Sí en donde más de 2000 personas trabajan de forma solidaria en distintas causas sociales aportando lo que tienen, pero por sobre todas las cosas, dando su tiempo.
Héroes- ¿Cómo es que tan joven te planteaste tantos desafíos?
Manuel- Me defino como un metido. El secreto de ayudar es meterse, involucrarse. Recuerdo que cuando empecé la colecta por mi compañero sin zapatillas la directora de la escuela me dijo “por qué te metés” casi como castigándome porque junté cosas para un niño que no las necesitaba, pero por suerte hice como si no la hubiera escuchado. Claro que me quedó grabada su frase, e igualmente seguí metiéndome. Ser solidarios es, de alguna forma, ser metidos. Cada uno de los voluntarios vivimos metiéndonos. Cuando vine a Buenos Aires a estudiar me metí en Red Solidaria y ahí conocí mucha gente y todo lo necesario como para visualizar la realidad. Después vino la idea de armar la fundación junto con unos amigos.
Al contarnos sobre cómo se fue metiendo en sus ideales, pasó por alto –y no porque no le importara, sino porque lo tiene prácticamente naturalizado- que desde la fundación no sólo ayudan a gente en situación de calle, sino que además se fabrican juguetes, se gestó una universidad en un pueblo perdido de Jujuy (y que hasta la actualidad sigue funcionando), además de la creación de residencias universitarias en distintos puntos del país para dar acceso a la educación.
Héroes- Contanos sobre las Residencias Universitarias
Manuel- En una charla que dimos en Santiago del Estero, un chico nos cuenta que su sueño era ser ingeniero agrónomo pero que él vivía en el campo, lejos de donde estaban las universidades. Para él era imposible concretar su sueño. Empezamos a pensar soluciones y entonces nacieron las residencias en el interior, para que los chicos de zonas rurales tengan la oportunidad de estudiar.
Fue muy positivo eso porque arrancamos con algo chiquito, hoy tenemos dos residencias en Santiago del estero con 34 chicos viven ahí. Otra en La Rioja con capacidad para 28 chicos, en Córdoba y en Catamarca. Lo maravilloso es que vemos como aprovechan esta oportunidad cuando la tienen. Un dato que es crucial es que de los chicos que tienen recursos económicos para estudiar, sólo 1 de 10 se recibe, y de los que no tienen recursos, sólo 1 de 100 se recibe. Nuestro trabajo es reducir esa brecha de 10 a 100 dándoles más posibilidades de concretar sus sueños.
Otra cosa, cada chico en la residencia tiene un tutor que aplica a la disciplina de lo que quiere estudiar, sea teatro, danza o arquitectura, hay un voluntario que lo acompaña para la adaptación, para el estudio y para la convivencia, y todo lo hacemos como en un gran familia. De hecho, se arma una familia increíble en las residencias.
Héroes- ¿Creaste una Universidad?
Manuel- En colaboración con otras instituciones, como la Universidad Siglo XXI, creamos una universidad en Jujuy. Muchos chicos coyas querían estudiar pero no tenían la infraestructura, ni tampoco sabían cómo empezar. Ahí también ayudamos y se ayudaron, porque hasta algunos padres de esos chicos se solidarizaron cuando se arremangaron y pusieron los ladrillos y el cimiento para levantar la universidad.
Al principio nos trataban de locos, decían que era imposible pero hoy ya tenemos la primera camada de egresados. Aún mejor, estos chicos que tuvieron la posibilidad de estudiar, salen de la universidad y se ponen a ayudar a otros en las escuelas rurales. Es maravilloso. Nosotros hacemos algo que es muy poquito, pero si todos hacemos un poquito de algo, se hace muy grande.
Héroes- ¿Llevás la bandera de que todos pueden ayudar?
Manuel- No llevo una bandera, lo siento así y así vivo. Todos podemos hacer algo desde el lugar en que estamos, a veces vemos cosas que no nos gustan o nos enojan, nos parecen injustas, pero no hay que quedarse en la queja o en el enojo, sino construir con ideas. Yo mismo trabajo mucho en no enojarme. Lo que vemos y vivimos ayudando genera mucho dolor, en algunos genera bronca por tanta injusticia. Todo el tiempo el dolor me excede, de alguna manera agradezco que me suceda eso porque de lo contrario estaría naturalizando y acostumbrándome a una realidad muy dura.
Héroes- Ya son populares las recorridas que hacen los voluntarios para ayudar a la gente en situación de calle. Contame sobre eso.
Manuel- Las recorridas se hacen todos los días del año. Nos encontramos con las historias más duras que se pueden escuchar. A su vez es esperanzadora, de eso nos agarramos. Cuando se genera el vínculo, cuando ellos descubren q hay alguien q los quiere, escucha o abraza. Es mucho más que una taza de sopa, que era lo que hacíamos al principio. Hoy, en cambio, la taza de sopa es la excusa para acercarnos. La fundación hoy tiene el objetivo de ayudarlos a salir de la calle y para eso contamos con equipos de psicólogos, especialistas en adicciones, en inclusión laboral y escolar, voluntarios que gestionan las jubilaciones de los abuelos q están en la calle, otros que gestionan los documentos, todos voluntarios ayudando para sacarlos de la calle. Solos, es imposible.
Héroes- Contanos alguna anécdota que tengas presente de tu trabajo
Manuel- En mi mente están Raulo que peleó con su adicción. Vino desde Tucumán a los ocho años buscando a su mamá pero terminó en la calle y consumiendo. Por suerte logramos sacarlo del consumo, empezó a trabajar como bachero en un bar y hasta estudió pastelería para subir de posición en su trabajo. También recuerdo a Paulita que la ahora tiene 82 años, no nos habló durante los primeros dos años y tampoco quería recibir ayuda, hoy cobra su jubilación y vive en un hogar a donde algunos voluntarios la van a visitar.
Esta anécdota tiene algo de gracioso porque conocimos a Segundo, un chico que dejó de consumir porque lo íbamos a visitar seguido, me dijo que consiguió trabajo en una parrilla entonces al tiempo lo fui a visitar. El día que voy el empleador me dice que él no trabaja ahí y entonces yo pienso qué pasó, habrá vuelto a consumir. Pero no, resultó que el empleador pensó que por mi aspecto yo era dealer e iba a llevarle drogas, lo quiso ayudar a que no consuma. Mirá vos, las apariencias engañan.
Caminar la calle no es dar un paseo, no es ir presuroso a cumplir un horario y un objetivo. A veces es necesario caminar la calle a conciencia, mirando a quienes tenemos al lado, no tropezándonos constantemente con nuestros propios miedos y con los que suponemos que tienen los demás. Mirar a los ojos, sonreír y abrazar son las claves para ser solidarios.
Manuel nos enseñó que es un mito creer que “no tenemos algo para dar” porque siempre hay algo que podemos compartir. Él hace hincapié en dar de nuestro tiempo mientras revolea los ojos buscando una respuesta a la pregunta ¿cuál es tu sueño?, como si los héroes tuvieran sueños. Entonces lanza su misiva final “Me gustaría que la Fundación no sea necesaria porque significaría que ya no hay tanta gente sufriendo” y arremete “Me gustaría sino que seamos conscientes de todo el potencial que tenemos para modificar la realidad en la que vivimos. Algunos no lo saben”.