En 1997, Derna Isla tenía veintipocos años y recién se iniciaba como docente de educación musical en escuelas primarias de pequeñas localidades de la provincia de Santa Fe. En esa actividad, una de sus preocupaciones fue el tiempo libre que tenían los chicos al salir de la escuela.
Según ella, los chicos no tenían una actividad que los convocara y menos un espacio que les permitiera expresarse, desarrollarse y desplegar su potencial. Quería darles voz, sonido y expresión a los que no siempre tienen esa posibilidad. Indica Derna, “un lugar donde pudieran ser ellos, mirados y escuchados de otra manera”. Con esa inquietud en la cabeza, Derna le propuso a docentes y autoridades de las instituciones donde trabajaba crear una orquesta dentro de la escuela. En ese momento resulto difícil porque no había gente dispuesta para viajar a esas localidades, y tampoco dinero para comprar los instrumentos necesarios. Los hechos, sumados a la desconfianza de algunas personas hacia la posibilidad de que chicos con dificultades de aprendizaje pudiesen aprender a tocar el violín, hicieron que la idea de Derna quedara estancada.
Sin embargo, armó pequeños coros y conjuntos de ensambles instrumentales para empezar a darle lugar a su sueño. “Siempre fui una soñadora. Los sueños, para mí son metas, y cuando se cumplen siento una gran tranquilidad mental”, cuenta. Años después y con la crisis del 2001 como contexto nacional, Derna trabajaba como docente de educación musical en escuelas de la ciudad de Rosario. Allí, junto con otros docentes, formaron el programa Vibrato: “Programa pedagógico social a través de la música”. Contaron con instrumentos propios y los que pudieron comprar con sus ahorros. Muchos profesores trabajaron ad honorem, contando luego con el apoyo de instituciones particulares.
Este programa tenía como misión la generación de orquestas sociales en diferentes lugares de Rosario. “La orquesta es una escuela de ciudadanía y valores. Es un colectivo social y artístico, en el cual para desarrollarse se tienen que dar las cosas de manera bastante armoniosa en muchos aspectos. Por lo cual se va suscitando de manera natural casi indispensable la puesta en funcionamiento de roles, el aprendizaje y la internalización de los roles”, explica.
Para ella, la participación en la orquesta desarrolla en los niños determinados hábitos y valores, como disciplina, trabajo en grupo, cooperación, solidaridad y búsqueda de metas permanentes. “La orquesta es un espacio que fortalece los lazos con la escuela y para ellos es ser parte de una familia musical” apunta Derna.
Los desafíos que tenía con Vibrato llevaron a esta docente a la necesidad de profundizar sus conocimientos. En el 2003 ganó una beca para capacitarse en el sistema de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela, un organismo internacional líder en el mundo. Derna habla con admiración sobre el sistema desarrollado en Venezuela por el Mtro. Dr José Antonio Abreu, no solo por la excelencia en la educación sino también por el impacto que tiene en la sociedad. Por las características y los resultados de este programa, Venezuela logró replicar el sistema en otros países de Latinoamérica como México, Perú y Colombia, que comparten una realidad social.
“La idea no es solo poner un instrumento en las manos de un niño y perseguir objetivos artísticos sino también sociales. Lo que se desarrolló en Venezuela es una sistematización del trabajo, un modelo pedagógico, artístico y social”, describe. El objetivo es generar permanentemente motivación y entusiasmo, que es parte de la filosofía de los programas de orquestas. Y agrega: “El techo de hoy es piso para mañana.” El objetivo de este sistema venezolano es generarle al chico una nueva dinámica de vida, que le posibilite nuevos encuentros y posibilidades, en escenarios muy disimiles, desde centros comunitarios hasta un gran teatro.
Motivada por la experiencia en Venezuela, Derna regresó a Argentina convencida de crear en su tierra una organización que propicie la creación y fortalecimiento de orquestas infanto juveniles, como herramienta de promoción socio educativa en distintos puntos del país. Así creo la Fundación Allegro Argentina, que asesora, acompaña y apoya a orquestas de diferentes provincias, desde Chaco hasta Tierra del Fuego. La Fundación Allegro Argentina hoy posee uno de los Bancos de Instrumentos Solidarios más grandes del país. Reciben donaciones de músicos de todo el mundo para abastecer a las orquestas de toda la red.
La fundación existe gracias al aporte de mucha gente. Los instrumentos brindados se compran con el aporte de algunas empresas y también con el de una red de embajadores artísticos radicados en el exterior (Embajada de Suiza, Red de Embajadores Artísticos de Allegro Argentina, entre otros). Ellos son músicos argentinos con un perfil solidario, comprometidos con la realidad social, que hicieron una carrera en el exterior. Entre muchas actividades que realizan para colaborar con la fundación, organizan conciertos a beneficio para reunir instrumentos que luego la Fundación entrega a las diferentes orquestas. Otras veces dan seminarios a docentes o directores, y también directamente a los chicos.
Derna define la música como una poderosa herramienta para cualquier ser humano y más para un niño que está en formación. Para ella, la música es una especie de compañero, de amigo. También puede ser un sostén, un apoyo importante para cualquier chico, no solamente para los que viven en un contexto difícil. “Que alguien les dé un instrumento, que les diga yo confió en vos, que lo vas a cuidar, confió en tu capacidad de aprender, es un voto de confianza muy grande y los chicos responden muy bien, con alegría, con entusiasmo con el placer que da el desafío y el juego”, explica.
Brilla cuando habla del impacto de la música en los niños: “En ingles y francés, el verbo tocar y jugar es el mismo. La música ofrece la práctica como un deporte, pero también el desafío y el juego. Forma parte de la historia de un chico y puede ser una herramienta para que luego enfrente la vida”. Además, Derna comenta que hay muchos chicos que luego “desarrollan una salida laboral” a través de las orquestas, porque dan clases particulares o se inscriben en Instituciones de Educación Superior (como profesorados o universidades) para profundizar esos conocimientos. “Con mucho esfuerzo, van vislumbrando optar por la música como opción de profesión y salida laboral para enfrentar la vida”, dice.
Derna cita a Ana Solhaune (vicepresidenta de la fundación y Licenciada en Pedagogía Social): “La orquesta y la música en determinados contextos obran como anti destino”. Y agega: “Las orquestas cambian vidas, transforman. Cambian a las familias, la escuela y la comunidad”. Ahora, desde la Fundación Allegro sueñan con crear un Centro Académico de Acción Social por la Música. Un espacio pedagógico, artístico y social de excelencia, que posibilite encuentros y festivales de orquestas donde puedan participar cientos de chicos.
“La orquesta es un espacio que fortalece los lazos con la escuela y para ellos es ser parte de una familia musical”
− Derna Isla
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