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Juan Lima . Manos que construyen

Tiene 27 años y coordina los grupos Manos a la Obra de todo el país. Son equipos de estudiantes que se comprometen a aplicar sus conocimientos y habilidades en proyectos que ellos mismos realizan en zonas marginales de 8 ciudades de Argentina. En Rosario nuclean a 180 jóvenes. Llegó a los 20 años a Rosario con un bolsito y grandes deseos de estudiar. Traía consigo una basta experiencia en el trabajo social adquirida en su ciudad, Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Desde los 12 empezó a asistir a un comedor escolar donde daban de comer a más de 80 chicos y jugaban al fútbol. También se involucró con otros amigos en un merendero los domingos por la tarde. “Si tengo tiempo ¿por qué no voy a ir a ayudar?” sostiene como si fuera la conducta más natural del mundo.

“Todo comenzó en mi familia. Para mí mi viejo es mi ídolo porque siempre tuvo ocurrencias respecto al otro: desde ayudar con dinero o de pensar que por ejemplo unas estanterías podrían ayudar a alguna persona para su casa”, cuenta. En el 2000 hizo pie en Rosario. Después de haber terminado la secundaria en una escuela técnica decidió que el mejor lugar para estudiar Agronomía sería Rosario. Sin embargo al poco tiempo se dio cuenta de que esa no era la carrera que quería para su vida. “Descubrí que lo mío era lo social, quería hacer algo por los demás y empecé a buscar algo que pudiera acercarme a esta meta”, rememora, y encontró la carrera de Relaciones Laborales en la que se anotó rápidamente. Ahora le quedan pocas materias para terminarla.

Mientras tanto, buscaba algo más para sumar a su estudio. “Quería algo como aquello del comedor que hacía con los chicos que íbamos a la parroquia en Concepción” cuenta. “Un día una amiga me dijo que había una reunión de chicos que querían armar algo solidario en una facultad. Fui sin dudarlo”, dice. Era el segundo encuentro de lo que terminaría siendo la Pastoral Universitaria de Rosario, un movimiento de jóvenes que reúne a estudiantes universitarios de todas las facultades de la ciudad, interesados en la fe y en hacer algo por los demás. De ahí surgió el deseo de comprometerse más en la cuestión social. “No puedo entender cómo hay gente durmiendo en la calle o chicos revolviendo la basura y planteo estos temas entre mis amigos, se arman debates re interesantes en la facultad sobre qué tenemos que hacer nosotros para cambiar esta realidad”, dice Juan con notable entusiasmo. Ese mismo entusiasmo se convirtió en empuje y así empezó a contagiar a otros el deseo y la urgencia por ayudar a quienes están en situaciones complicadas.

“No hay que irse a Calcuta para ser solidario. A veces está muy cerca tuyo, como una vecina de 80 años que a lo mejor necesita que le hagas los mandados, o puede ser que sea necesario que hagas solidaridad en tu propia casa”

Así empezó la movida juvenil de visitar a las familias del barrio Toba, o si algún chico contaba que había necesidades en algún pueblo viajaban para ayudar; colaboraron con las inundaciones de La Plata, acompañaron a los damnificados de la explosión de calle Salta 2141 y atendieron a los bomberos. “Creo que Setup es necesario el compromiso de todos. Cuando alguien me dice que no tiene tiempo, hago con ellos un horario claro y siempre hay alguna hora que uno puede dedicar a hacer algo por el otro”, acota.

Con ese empuje irrefrenable viajó a Mendoza para conocer qué era aquello de lo que había escuchado hablar: “Manos a la Obra”, un proyecto solidario que habían puesto en práctica en aquella ciudad. Volví y le dije a los chicos de la Pastoral: “Tenemos que hacer Manos a la Obra en Rosario” y desde entonces no paró. En 2011 empezó el primero y ya lleva 3 imparables movimientos. Pero todo creció y también la tarea de Juan que ahora coordina esta movida en más de cinco ciudades argentinas. “La esencia de Manos a la Obra es poner el talento personal y las habilidades adquiridas en la facultad al servicio del otro”.

Cientos de universitarios comenzaron a desarrollar proyectos en dos localidades cercanas: Villa Constitución y Carmen del Sauce. “Es una oportunidad de ayudar muy concreta y pueden participar todos los que quieran. El único requisito es querer hacerlo. No importa si sos creyente o en qué facultad estudies”, subraya. Si bien se realizan visitas semanales a estas localidades para planificar los proyectos y ver cuáles son las necesidades, es en enero cuando los chicos se ponen literalmente “manos a la obra”. Viajan a las localidades se instalan allí y se ponen a trabajar. Este año participaron chicos de Entre Ríos y de La Plata para replicar el proyecto en sus provincias.

Actualmente, Juan es quien coordina la secretaría nacional de Manos a la Obra y se ocupa sobre todo de la comunicación entre las distintas ciudades. “Me gusta generar alegría en la gente y transmitir la esperanza de que se puede y esto no son meras palabras, lo veo a diario. Creo que nos ayudamos mutuamente porque a mí me sirve mucho ver a los chicos trabajar y su optimismo y creo que a otros les servirá el mío”, piensa y lo cree. Es profundamente creyente y está convencido de que Dios está en cada persona a la que él intenta servir. Siempre con su sonrisa clara y su palabra franca.

“No hay que irse a Calcuta para ser solidario. A veces está muy cerca Perseverancia tuyo, como una vecina de 80 años que a lo mejor necesita que le hagas los mandados, o puede ser que sea necesario que hagas solidaridad en tu propia casa”.
− Juan Lima

 

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